Mi camino
Almario
La Guerra no es nuestra: ganemos la Paz
La guerra nos hace olvidarnos de lo más amado que hay en nosotros. Nos hace dejar a un lado la vida como el bien más sagrado y acrecer el sufrimiento de los justos. Nos envenena con sus ardides de estratega, alejándonos del sentimiento de ser humanos, de ver en los otros una parte de nosotros mismos.
El conflicto hoy es una guerra de informaciones y sonidos de muerte, una batalla de falsedades e intereses recíprocos que a modo de propaganda nos intoxican a cada momento, poniendo toda nuestra atención fuera y olvidándonos de lo que llevamos dentro. La información externa apabulla a la interna, que se bloquea desde la base del sentir para convertirnos en bloques de antracita. La guerra nos lleva con la mirilla sobre el otro, nos impide el examen de conciencia, porque no nos da tiempo a pararnos, los ojos abiertos las veinticuatro horas en la angustia del frente.
La guerra tiene un modo hipnótico que nos han legado por generaciones, el armamento es barrera de atracción e interés económico que juega con la vida, pues desde pequeños nos vendieron juguetes de soldados, cazas, tanquetas, juegos de mesa que elaboraban estrategias para conquistar el mundo, para remedar invasiones históricas que escondían sus miles de fallecidos en fichitas de tablero que parecían lisérgicas, inocuas casi. Y sin embargo, dejan su impronta en nuestro carácter y nuestros actos, como un veneno en pequeñas dosis que luego se enerva al tiempo adecuado.
La guerra te empapa las botas de sangre. Y así no valen jamás las huellas que dejas. Así no valen de nada los pasos. No quedará ninguna andadura que merezca la pena.
La guerra no te atañe.
¿Qué dices?
La guerra no es tu casa.
¿Qué me cuentas?
La guerra no te pertenece.
¿Cómo lo sabes?
La guerra no es real.
¿Estás loco?
Locura la que engendra.
¿Y no somos acaso engendros?
No es real porque no tiene que ver con lo que somos en esencia.
Lo que somos es paz. Eso es el Ser. Y eso es ser.
Si sacas del trastero todos los muebles viejos que tenías, la sensación de desorden y suciedad que te ahogaba, desaparecerá. Hallarás tras su limpieza un espacio vacío, una serenidad distinta, que te permitirá llenar el trastero de otra forma bien distinta.
Pues bien, la guerra está en cada uno de nuestros trasteros mentales, y hemos de barrer todos sus cachivaches de nuestro inconsciente, unir nuestras separaciones interiores, vencer a nuestros demonios divisorios.
La paz es unión. Lo que vemos fuera es un espejo de lo que tenemos dentro. Nadie es inocente. Todos somos responsables. Trabajar el amor desde dentro, liberarlo de impurezas, tallarlo como al diamante con la paciencia que da la respiración en calma, y se talla con la maestría de lo cotidiano, en cada detalle, en cada resbalón, meciéndose, diciéndose a uno mismo que el próximo talle del buril será más preciso, más tierno y generoso con el diamante que poco a poco se va transformando…esto es misión de todos, nadie se libra.
Sigamos en este camino de responsabilidad y gracia. El espíritu ayuda, está a nuestras órdenes, no entiende de maldades o bondades, sólo de intenciones del corazón.