Mi camino

Almario

De sentires e incendios, de amazonia a siberia.....

Amigos queridos,

 

No es sólo la Amazonia y sus pavorosos incendios; es África, donde más de diez mil fuegos asolan en estos momentos Congo y Angola; y fue Siberia, desde junio, en donde han ardido más de cinco millones de hectáreas, una superficie similar a la Croacia entera. Y es Europa, en Gran Canaria, en Francia, Portugal, Grecia, donde cada vez se queman más y más bosques sin tregua.

¿Qué está ocurriendo?, ¿qué mensaje se esconde detrás de esta cadena sincrónica y epidémica de incendios mayúsculos? Una llamada de atención de la Naturaleza, sí, lo es, una llamada de socorro consistente en la propia inmolación o sacrificio de ésta para que el ser humano caiga en la consciencia y su responsabilidad de una santa vez; un reflejo de nuestro inconsciente carbonizado y ceniciento que arde en las profundidades y se representa fuera, en la realidad externa.

Mas tras la visión espiritual, nuestra vision periférica de dualidad anuncia algo más, una mano sinuosa y tentacular que extiende su presencia por todo el orbe y que quizá esté poniendo en jaque nuestras reservas mundiales de oxígeno verde para golpearnos allá donde más nos duele y provocar una mayor crisis medioambiental que le beneficiaría a corto plazo. El negocio de la compra-venta de bienes naturales por bonos de inversión  -que pertenecen a todos- por parte de fondos de inversión, bancos o empresas o superpotencias, permite que si disminuyen precisamente esas cantidades de masa forestal o de especies en peligro de extinción en lugares ajenos a aquellos en que se compraron bonos, suban las cotizaciones de los territorios que se mantienen a salvo, y que están sjuetas al sistema de bonos o bajo propiedad de estas empresas o países. Sube la cotización, claro está, porque se han reducido existencias. Negocio, pues.

¿Podría no ser casual entonces esta ola de incendios en todo el mundo?, ¿son zonas aún no compradas o ajenas al sistema de bonos verdes por parte de estos intereses y que aún están bajo la protección de etnias indígenas que no se han plegado a sus fines? Por lo menos es para preguntarse si el aumento de este sistema de protección basado en el negocio y la especulación de bienes naturales, no tiene que ver con que el aumento de las superficies forestales quemadas en menos de tres años se haya triplicado.

La luz de la Amazonia o del Congo o Siberia, nunca ha de extinguirse si no se extingue en cada uno de nuestros corazones, si os conectáis con su espíritu profundamente y la recreais sintiéndola desde vuestra energía, que es la misma, que es la de la Tierra, que es la del Cosmos, con solo cerrar los ojos y poner la intención, pues todos somos lo mismo, las partes el Todo y el Todo las partes, y cada uno se convierte en la Amazonia al sentirla en su alma, en su mente, en su cuerpo, haciendo de la Trinidad una, porque somos la Amazona y la Amazonia somos nosotros como cualquier otra parte de la Tierra. Esto da vida y presencia.

Y esta labor empieza por lo pequeño en cada día, por cada árbol que encontráis en las calles de una ciudad encerrado en su adoquín, por cada flor o rama que rozáis al pasar a su lado cuando vais andando hacia casa. ¡Tocadles!, ¡acarciadles!, no son adornos, dadles vida, porque cuando les estaís mirando, considerando, movéis la energía de la atención, les hacéis visibles, vivos, pues el mundo lo creamos con nuestros ojos, y allá donde ponemos la atención, creamos un nuevo universo, y si cada uno, a cada momento, es consciente de la Naturaleza que le rodea, de las plantas, de los árboles, de los bosques, de los insectos, los pájaros, de los peces aquellos que aún en este verano se sumergen en las aguas de los mares que abrigan nuestras orillas con su oleaje, si cada uno es consciente de la naturaleza urbana que nos rodea, será consciente de vasta y salvaje de la Amazonia, de Siberia, del Congo….

Y será esa atención amorosa de reconocer la gota del océano de la Naturaleza, el acariciar, el contemplar con benevolencia esa vida que pugna y crece en las ciudades o en nuestros campos, la que entregará una lluvia y fertilidad que silencie los incendios, que anegue de amor la ceniza tras el fuego, y lo que creéis invisible se hará visible, y la luz anegará los paisajes desolados, y los animales regresarán, y las enrededaderas treparán sobre las ceibas de nuevo, y los monos aulladores o los micos saltarán de diana en diana, y el jaguar volverá a rugir en los manglares a la busca del tapir, y todo lo que es volverá a ser.

Comenzad primero por lo pequeño. Reeduquemos nuestra manera de mirar el mundo, vayamos a lo vivo más cercano, a nuestro cuerpo que cuando anda entre los bosques se calma y se mece como una hoja más del árbol, a la escucha del viento y la tierra que nos abraza como propia cuando agradecemos que somos en Todo y que el Todo es en nosotros.

La Amazonia que se quema, la Siberia que arde, el Congo que aúlla en llamas, la Gran Canaria que quedó encenizada, es el cuerpo que se nos abrasa, es la mente que se carboniza, es el Alma que queda asolada. Porque somos lo mismo y el Todo de la Naturaleza está en nosotros.

¿No lo entendéis? Vive para que vivamos, muere porque la matamos, presos de nuestra ignorancia, atrapados en nuestra pequeñez, ciegos a la vida, porque no nos amamos, y ese reflejo interior de castigo, se torna en fuego sagrado que arde las estepas, las sabanas, las junglas y las selvas como un rayo de nuestra propia tormenta de sufrimiento.

Amarnos la Naturaleza es amarnos a nosotros mismos y amarnos a nosotros mismos es amar la Naturaleza. Elegir la consciencia de la responsabilidad es empezarnos a amar. La Amazonia o cualquier hábita en que viamos es parte de esa responsabilidad que nos fue dada y que nos dimos porque cuando nos hacemos daño la dañamos y al dañarla nos dañamos. Ajenos a cualquier interés, ajenos a cualquier movimiento que no venga del Amor, de la exacta y certera comprensión de que la Tierra es de todos y a nadie pertenece como pertenece a todos.

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